Más que talento
En medio de las montañas y los ríos del Departamento del Cauca nació la Fundación Talentos. Fue una idea de Eduardo Molina, quien hace 12 años sabía que ser futbolista profesional era el sueño de muchos niños de su región y le apostaba a que el fútbol se convirtiera en el arma que los protegiera del conflicto armado que permeaba su pueblo.
Sus dos ideas eran grandes retos. Para que un niño escale y llegue a la primera división se necesita más que talento. Como en muchos países, en Colombia ese camino está colmado de envidias y corrupción. Y lo otro, eso de protegerlos de las problemáticas de la violencia, sí que era una utopía en aquellos tiempos de guerra.
El Departamento del Cauca ha sido uno de los más afectados por la guerra que ha vivido Colombia durante los últimos 60 años. Todos los grupos armados ilegales se han asentado en esta zona. No solo fueron aquellas fuerzas de izquierda que tuvieron su génesis en esta región, sino muchos otros que se percataron de la facilidad para esconderse entre la neblina y la vegetación espesa y aprovecharse de esa ubicación geográfica privilegiada: Por un lado, conectado a los departamentos del Valle, Tolima y Huila y por el otro, cerca al océano Pacífico, lo que facilita la salida de la droga al exterior.
Continuos combates, minas antipersona, reclutamiento forzoso y la codicia de los grupos armados por apropiarse de las tierras pertenecientes a culturas indígenas se convirtieron en el día a día los caucanos.
Corría el año 2006 cuando Molina, con su paso firme y sus 1.90 de estatura, comenzó su gesta. Primero se aprovechó de las vacaciones donde era más fácil convocar a los niños y ante la masiva asistencia se dio cuenta que era posible armar la escuela todos los días.
Su mayor inspiración era ver como en zonas como Toribío, indígenas de todas las edades usaban el fútbol para resistir a la guerra y los partidos solo cesaban cuando los combates se hacían muy intensos. Cuando sentían que se alejaban las balas, otra vez volvía a rodar el balón.
Hacia finales del año 2007, Eduardo Molina conoció en Medellín a un grupo de personas que ante la muerte del futbolista Andrés Escobar, habían creado una iniciativa utilizando el fútbol para promover paz, trabajar temas de género y resolver conflictos por medio del diálogo.
Esa metodología traspasó las fronteras y hoy la practican más de 100 organizaciones en el mundo atacando diferentes problemáticas y conectados en una red llamada streetfootballworld.
Molina adoptó la metodología de ‘street’ para su escuela y comenzó un trabajo colectivo que lo llevó a conocer otras organizaciones en Colombia que también utilizaban el fútbol como modelo de desarrollo. A partir de ahí, comenzó un trabajo colectivo en el que todos intercambiaban conocimiento. Añosdespué sestas organizaciones conformarían la Red Fútbol y Paz.
A comienzo del siglo 21, cuando la guerra se hacía más intensa en el Norte del Cauca y en especial en Corinto, municipio donde Talentos tiene su sede principal, las buenas noticias y la recompensa al trabajo y la dedicación de años comenzaron a llegar.
Jugadores formados en la Escuela Huracán, de la Fundación Talentos, como Pablo Mina se convertían en estrellas del fútbol nacional y Molina, sus compañeros y los niños se daban cuenta de que el sueño si era posible.
Pero esto era apenas el comienzo. El 23 de mayo de 2013, Cristian Zapata, otro joven formado en la escuela, firmó con el Milán de Italia y luego fue convocado a la Selección Nacional.
Pero lo imposible para ellos no era llevar jugadores a exitosos equipos nacionales e internacionales. Lo realmente quijotesco era ver como muchos jóvenes le comenzaban hacer el quite al conflicto y ya no se dejaban reclutar por los grupos armados ni les interesaba ese cuento de cultivar cocaína y marihuana. Los jóvenes, ahora se sentían más cómodos con sus actividades deportivas y comenzaban a encontrarle atajos a la guerra.
Talentos entonces quiso ir más allá del fútbol. Sumó a sus actividades talleres de arte, comunicaciones y fueron enfocando su trabajo a generar culturas de paz.
Hoy, nadie podría decir que no lo lograron. Tan solo estando acá, en el Festival GOL&PAZ, que se celebra el 12 de diciembre de 2018 en el estadio municipal de Corito, Cauca, se puede dar fe de ello.
Más de 300 niños, muchos de ellos indígenas, se transportaron libremente desde diferentes veredas para venir a participar. Ellos, son guiados por jóvenes que se han convertido en líderes y que han tomado las riendas del proyecto. “Siempre sonarán los fusiles y nos falta mucho tiempo para alcanzar la paz, pero lo importante es que ahora suenan más duro los balones y las risas de los niños”, afirma Lisbeth Tombe Noscue, una líder de 18 años formada en este proceso quien apunta de pulso y dedicación se ha convertido en un referente para los niños.
Como Lisbeth, muchos otros jóvenes hoy toman las riendas de estos proyectos. Muchos ya no sueñan con ser futbolistas profesionales pero sí que lo que hacen sirva para traer la paz a su territorio.